Hay ocasiones en los que los ríos más fangosos contienen alguna pepita de oro que puede ser de gran utilidad. Rescato de un film que pasó, por méritos propios, sin pena ni gloria por nuestros cines y me atrevería a decir que también por nuestros videoclubs, una frase que bien podría ser nuestra presentación como agencia a un cliente y que resume esencialmente la actividad de la publicidad.

Nos encontramos ante una visión bipolar de la comunicación comercial. En un frente, los que consideran la publicidad como la panacea a todos los males empresariales. La magia que les resolverá cualquier incompetencia de gestión sea cual sea. Justo a la otra orilla, encontramos a los pesimistas. Los que ven en la publicidad un mero estandarte muestra de ostentosidad y regocijo ante la competencia. Una muestra de opulencia sin recalar en las funciones reales que posee la publicidad como herramienta de marketing. En ambos casos se entiende un claro desconocimiento de las tareas y limitaciones de la publicidad.

Vamos entonces con mi querido término medio. Recomendemos a los incondicionales, que la buena gestión empresarial debe ser cocinada en casa y que la buena publicidad, esa que acaba por dar resultados económicos positivos, es un reflejo de una buena gestión general. Si estamos vendiendo un Seat Panda y publicitando un Audi, no hay que hacer demasiadas carreras para dilucidar que eso no puede llegar a buen puerto. La publicidad puede destacar y dar a conocer nuestros puntos fuertes, no inventarlos. La publicidad NO miente. Y si lo hace, está mal hecha.

Cambiamos de trinchera. Los amantes de la piezas de lujo. Los que así lo vean... genial! a cualquier creativo publicitario le encantará saber que tiene rienda suelta para sus ideas sin tener responsabilidad alguna sobre su eficacia. Pero deslegitima la función de la publicidad.

La publicidad es una herramienta de marketing diseñada para transmitir de forma óptima las virtudes reales de una empresa (producto, servicio...) para resolver un problema de comunicación de una empresa respecto a su público objetivo. O lo que es lo mismo: cuénteme su problema y puede que se me ocurra un final feliz.

Atención: las autoridades sanitarias que velan por la integridad mental recomiendan la no visualización del film referido ya que éste puede dañar de forma considerable la percepción del cine americano.